| Tiene una bandera de EE. UU. en su porche delantero.
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| Para recordar a todos dónde vive
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| Y arriba en el ático
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| Hay papeles que prueban que la casa vieja es finalmente suya.
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| Después de treinta y cinco años
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| La hierba todavía no crece.
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| En ese duro terreno del oeste de Texas
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| Donde mi viejo papá todavía se aferra a ese viejo pueblo de coyotes
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| Como caballos, las camionetas están estacionadas en frente
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| De un café que no necesita nombre
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| Donde los viejos rockean
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| Y las plantas rodadoras ruedan
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| Más allá de las ventanas tapiadas por Main
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| Las malas hierbas a la altura de la cintura esconden un cartel de venta
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| En el autocine donde murió mi inocencia
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| Con un anuncio oxidado colgando de un clavo
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| Dice «Palomitas y Pepsi por diez centavos»
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| Y abajo en el depósito donde me fui para siempre
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| Hay un vagabundo con su sabueso de tres patas
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| Esperando un tren que ya no viene
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| A ese viejo pueblo de coyotes
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| Y la interestatal retumba como un río que corre
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| A un ritmo que nunca se ralentiza
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| A medida que pasan los coches, los camiones y el tiempo
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| Ese viejo pueblo de coyotes
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| Papá se queda dormido en la sala
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| En el sofá con la tele encendida
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| A veces espera una llamada de mi parte
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| A veces espera demasiado
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| Pero sigo pensando en la gente y el lugar que ama.
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| ¿Cuánto tiempo más estarán alrededor?
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| Hasta que sus cenizas sean cenizas
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| Polvo al polvo
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| Por ese viejo pueblo de coyotes
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| Como caballos, las camionetas están estacionadas en frente
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| De un café que no necesita nombre
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| Donde los viejos rockean
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| Y las plantas rodadoras ruedan
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| Más allá de las ventanas tapiadas por Main
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| Y la interestatal retumba como un río que corre
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| A un ritmo que nunca se ralentiza
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| A medida que pasan los coches, los camiones y el tiempo
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| Ese viejo pueblo de coyotes
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| Dios bendiga a ese viejo pueblo de coyotes |