| Una gran multitud se había reunido fuera de Kilmainhaim,
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| Con sus cabezas descubiertas se arrodillaron en el suelo,
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| Porque dentro de esa sombría prisión yacía un valiente soldado irlandés,
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| Su vida por su Patria a punto de acostarse,
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| Fue a la muerte como un verdadero hijo de Irlanda,
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| El pelotón de fusilamiento al que se enfrentó con valentía,
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| Entonces sonó la orden: «Presente armas, fuego»,
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| James Connolly cayó en una tumba preparada.
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| La bandera negra que izaron, el hecho cruel había terminado,
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| Se fue un hombre que amaba tanto a Irlanda,
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| Había muchos corazones tristes en Dublín esa mañana,
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| Cuando asesinaron a James Connolly, el rebelde irlandés.
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| La maldición de Dios sobre ti, Inglaterra, monstruo de corazón cruel
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| Tus obras avergonzarían a todos los demonios en el infierno
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| No hay flores floreciendo, pero el trébol está creciendo.
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| Sobre la tumba de James Connolly, el rebelde irlandés,
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| Han pasado muchos años desde aquella rebelión irlandesa,
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| Cuando los cañones de Britannia hablaron en voz alta.
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| El audaz IRA que estaban hombro con hombro
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| Y la sangre de sus cuerpos fluyó por la calle Sackville
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| Los Cuatro Tribunales de Dublín bombardeados por los ingleses,
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| El espíritu de libertad que se esforzaron por sofocar,
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| Pero por encima de todo el estruendo se elevó el grito «No Surrender»,
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| Era la voz de James Connolly, el rebelde irlandés. |