| La madre llevó al niño en la luna blanca.
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| A la sombra del nogal, anciano anciano
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| Borracho con el jugo de la amapola, el lamento del tordo
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| y guarda silencio
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| Un rostro barbudo se inclinó en lástima por ellos
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| En silencio en la oscuridad de la ventana;  | 
| y electrodomésticos viejos
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| los padres
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| estaba en decadencia;  | 
| Amor y ensoñación otoñal
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| Tan oscuro el día del año, triste infancia
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| Desde el niño suavemente a aguas frescas, peces de plata paz y semblante;
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| descendido
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| Porque se tiró piedra delante de caballos negros enloquecidos
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| En la noche gris su estrella se posó sobre él
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| O cuando sostiene la mano congelada de su madre
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| Cementerio otoñal de San Pedro por la noche
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| Un tierno cadáver yacía inmóvil en la oscuridad de la cámara.
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| Y aquél levantó los párpados fríos sobre él
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| Pero él era un pajarito en las ramas desnudas
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| La campana larga en la noche noviembre
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| El silencio del padre mientras bajaba la escalera de caracol crepuscular en su sueño.
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| paz del alma.  | 
| Solitaria tarde de invierno
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| Las figuras oscuras de los pastores en el estanque viejo
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| niños en la choza de paja;  | 
| ay que tranquilo
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| Su rostro se hundió en la fiebre negra
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| noche sagrada
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| O cuando está en la mano dura de su padre
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| Silenciosamente ascendió el calvario oscuro
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| Y en nichos de roca crepuscular
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| La figura azul del hombre pasó por su leyenda
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| La sangre corría púrpura de la herida debajo del corazón.
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| ¡Oh, cuán silenciosamente surgió la cruz en el alma oscura!
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| Amar;  | 
| porque en rincones negros la nieve se derretía
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| Una brisa azul atrapada alegremente en el viejo saúco
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| A la sombra del nogal
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| Y su ángel rosado se le apareció en silencio al niño.
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| Alegría;  | 
| porque una sonata vespertina sonaba en cuartos frescos
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| En el marco de madera marrón
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| Una mariposa azul salió de la crisálida plateada.
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| Oh la cercanía de la muerte.  | 
| en un muro de piedra
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| Una cabeza amarilla inclinada, el niño en silencio
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| Porque en ese marzo cayó la luna
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| Narciso rosado en la bóveda funeraria de la noche
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| Y las voces plateadas de las estrellas
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| Que en estremece una oscura locura desde la frente
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| el durmiente se hundió
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| Oh, qué tranquilo el paso por el río azul
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| Reflexionando sobre lo olvidado, allá en las ramas verdes
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| El tordo llamó a un extraño a su caída
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| O cuando está en la mano huesuda del anciano
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| caminó frente a la muralla desmoronada de la ciudad por la noche
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| Y aquel de capa negra llevaba un niño rosa
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| A la sombra del nogal apareció el espíritu del mal
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| A tientas sobre los verdes escalones del verano.  | 
| ay que tranquilo
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| El jardín decayó en la quietud parda del otoño
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| Olor y melancolía de viejo saúco
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| Porque a la sombra de Sebastián murió la voz plateada del ángel |