| Genios muertos en botes de madera
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| Flotar en nuestras manos, como en el océano
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| Honramos, venciendo la muerte, el pensamiento
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| Lo llevamos a las costas y cabos más lejanos
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| Lados adornados con flores.
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| Y el capitán dormido habla por nuestros labios
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| Frases vencidas por el tiempo, una cosa sí porque
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| Pero ninguno de los genios se ahogó en el tiempo
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| Caminamos con las verdades proverbiales
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| Por la tierra que sufrieron
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| Donde se pudrieron en prisiones por ellos, fueron hasta el final
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| Los corazones estaban cubiertos de cicatrices y callos.
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| Genios cuyas vidas fueron desafiantemente cortas
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| Flotar en nuestras manos en botes tapiados
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| No importa cuánto nos separemos de las mitades enteras
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| Las fórmulas hablarán sobre la unidad, los poemas, sobre el amor.
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| En el último otoño
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| Aquí se fragua la epopeya y se vierte en moldes de hierro
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| Aquí la canción se extrae en algún lugar de las minas interiores
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| Y buceando con la cabeza, cortando barras de acero
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| El autor exhausto vuelve con presa para nosotros
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| Parece estar callado en la esquina, pero adentro dio vuelta a las cuadras.
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| Dentro de las cuatro paredes, de día o en medio de la noche
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| No has visto el mundo del que viene
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| Poniendo todos los puntos y terminando tu canción
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| Trepando sobre las letras, como sobre rocas, sobre papel
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| Y la laringe gruñía como un tren de carga
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| Los viajeros solitarios fueron a su pequeño campamento
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| A un pequeño fuego del camino cansado
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| Se dormirán junto al fuego, donde bailan las llamas
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| Por la mañana emprenderán un viaje peligroso y lejano.
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| Llevando contigo conjuntos de sonidos y vibraciones.
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| Y una brasa digital los calienta del fuego en sus oídos
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| En el último otoño
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| En el último otoño, ni una línea, ni un respiro
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| Las últimas canciones llovieron en el verano
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| La época se quema con un fuego de despedida
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| Y vemos la sombra y la luz
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| En el último otoño |