| Ven, cuéntame, Ibrahim, sobre este día que recordarás
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| Cuente la historia para asegurarse de que realmente sucedió
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| Cómo os reunisteis en círculo para proteger a vuestros hermanos arrodillados
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| Entre el aullido de las sirenas y el tartamudeo de los disparos
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| Ahmed dándose la mano llegando tarde a la plaza
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| Ropa limpia y buen aspecto para la Revolución Popular
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| Porque no puedes elegir un tiempo en el que puedes ser elegido para un mártir
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| Empujando a través de los soldados, sonríe tan amplia como siempre
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| Y por la noche en el gran río pasan los barcos de fiesta
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| Y la música y las luces flotan en la oscuridad
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| Navegamos con solo el sonido de nuestras voces y el agua
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| Y el hombre tira de su cigarrillo y hace girar el bote
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| Y todos caemos hacia adelante, dando tumbos y riendo
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| Y el niño de ojos brillantes mira a su padre
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| Escuchar y sentir y aprender a leer el viento
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| 250 millas al suroeste y hacia el Sahara
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| Las figuras de piedra blanca se elevan hacia el horizonte
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| Soy como un peón en un juego de ajedrez mirando hacia arriba con miedo
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| Porque en estos grandes juegos de poder sacrifican a sus hijos
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| Y en la noche de terciopelo negro, encendimos nuestro pequeño fuego
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| Y observé a los zorros del desierto atreviéndose a acercarse
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| Nuestras conversaciones rotas devoradas por el silencio
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| Solo el crepitar de las llamas y mil millones de estrellas sobre nosotros
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| Y me dicen que dios es grande pero de esto nunca he dudado
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| Cada uno de nosotros encontramos maravillas en el cielo y las montañas
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| En las olas de gente reunida y esperando
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| Escuchar y sentir y aprender a leer el viento
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| Moscas perezosas, tés dulces de azúcar
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| Frío de invierno, árboles de llamas de fuego
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| El gran eucalipto mirando y saludando
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| A medida que las multitudes vienen ahora de todas las direcciones
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| Me dicen que dios es grande pero de esto nunca he dudado
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| Cada uno de nosotros encontramos maravillas en el cielo y en las montañas
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| En los vientos calientes y abrasadores que vendrán del desierto
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| Lo suficientemente caliente para secar toda la sangre que ha caído
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| Y por la noche en el gran río pasan los barcos de fiesta
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| Y la música y las luces flotan en la oscuridad
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| Navegamos con solo el sonido de nuestras voces y el agua
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| Y el hombre tira de su cigarrillo y nos tira alrededor
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| Y todos caemos hacia adelante, dando tumbos y riendo
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| Y el niño de ojos brillantes mira a su padre
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| Escuchar y sentir y aprender a leer el viento |