| No hay corazón en los hombres que dirigen estos bares de montaña
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| Todo el amor extinguido por la ubicación y los frentes fríos
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| Los perros en el estacionamiento rodean el auto en busca de muestras de afecto.
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| Para los ojos no vidriosos como el hielo negro
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| Miles de kilómetros de techos de fibra y terracota
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| Horizontes reemplazados por horizontes
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| Corremos el vientre de las nubes entre madrid y valencia
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| Con la radio sintonizada en el clima no tenemos
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| San Cristóbal se ahoga cruzando el río
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| Los abetos que vuelan sobre el parabrisas se dispersan como una manada de pequeños pájaros negros
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| Las estaciones de servicio son vigiladas desde los cerros por pastores
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| Que pasan todos sus días inundados por el pensamiento
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| Una meditación ensordecedora
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| Los cencerros, como malditas alarmas de iglesia
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| Rompiendo el silencio de la hierba, del aire
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| Me entrevistó en un bar adormilado una chica que quiere que le explique
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| «La calidez de la nostalgia», indignado que «glamourice la tristeza»
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| Y después de siete horas en el camino
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| He perdido todas las defensas: están atropelladas, destrozadas, destripadas
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| Por la noche, diminutas balizas rojas coronan antenas solitarias
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| En todas partes es pastoreada en ausencia de dioses
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| Las ciudades lo estropean todo
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| Que hay un lugar a donde ir y algo que hacer
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| Cuando la partición entre el sueño
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| Y despierto en la parte trasera de la furgoneta presenta accidentes tan felices
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| Sueños nebulosos en un súper 8 mm desenfocado
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| En las noches lluviosas, estamos atracados en el puerto de los salones de baile circulares
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| Jugando con las sombras, jugando con bolas de espejos giratorias
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| Nuestros puertos están en copas de brandy
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| Nuestra música es hinchada
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| En albergues, cuarto piso, habitaciones vacías excepto por una cama y un lavabo
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| Miramos vacíos a las guitarras dormidas
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| Preguntándose cuántas cogidas y violencia
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| Y las drogas nos han intercalado mirando guitarras dormidas
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| Y los grifos no se pueden cerrar
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| Y hay un movimiento sospechoso en el hueco de la escalera
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| Pequeñas imágenes de barcos en tormentas
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| Relojes y dinero en nuestros zapatos
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| Nos despertamos y el edificio sigue ahí
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| Y todavía estamos en eso, como capitanes miserables |