| Ella no era la chica de al lado.
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| Pero la chica de la vuelta de la esquina
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| Al final del cuarto grado
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| Cuando ella vino a la escuela una mañana
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| Todos los ojos estaban sobre ella cuando tomó asiento.
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| Su nombre era Amanda, lindos ojos verdes
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| Pelo de rubio, rubio fresa
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| Primavera y dientes de león
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| Y el verano a la vuelta de la esquina
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| Al final de la cola de los nueve años
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| Con un millón de sueños por delante
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| Vivía con su madre, vieja casa decrépita
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| Si había problemas en casa, se los guardaba para sí misma.
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| Todo el verano, rubia fresa
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| Y por su cara no había manera de decir
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| Parecía que todo estaba bien en su mundo
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| Pero los vecinos dijeron
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| Su madre había perdido la voluntad.
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| A la ginebra y los somníferos
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| No era vida para una niña
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| Todavía veo su rostro enmarcado en un cielo azul
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| En la parte superior de un tobogán que baja
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| Y cuando las sirenas gemían
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| Su madre no se había levantado
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| Todos los vecinos se quedaron afuera.
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| Mientras Amanda solo miraba al suelo
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| El tiempo vuela, y los años se acumulan
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| me había olvidado de ella
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| Cuando la vi por el pasillo
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| De un tranvía con su hija
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| Entonces escuché a Amanda decir mientras se levantaba
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| Vamos, Samantha, niña, esta es nuestra parada
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| Y se fueron, dos rubias fresa |