| Oye, mamá, ¿no tratas mal a tu hija?
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| Oye, mamá, ¿no tratas mal a tu hija?
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| Porque la tratas tan mal y solo tiene dulces dieciséis
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| Era tarde el viernes pasado por la noche, cuando todo estaba quieto
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| Oí que alguien llamaba mi nombre fuera del alféizar de mi ventana
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| Me levanté y miré afuera forzando mis ojos para ver
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| Y mi corazón se volvió loco cuando me di cuenta de quién me estaba llamando
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| Grité «¡Oye!»
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| Oye, mamá, ¿no tratas mal a tu hija?
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| Oye, mamá, ¿no tratas mal a tu hija?
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| Porque la tratas tan mal y solo tiene dulces dieciséis
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| Ahora sus ojos estaban ardiendo en mí
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| Y su cabello era negro como la noche
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| Bueno, su piel desnuda brillaba como el oro
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| Afuera en la pálida luz de la luna
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| Luego tomó mi mano y me jaló hacia abajo
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| Donde la hierba creció alta
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| Luego ella movió su cuerpo alrededor
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| Como una bala de cañón
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| Grité «¡Oye!»
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| Oye, mamá, ¿no tratas mal a tu hija?
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| Oye, mamá, ¿no tratas mal a tu hija?
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| Porque la tratas tan mal y solo tiene dulces dieciséis
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| Bueno, allá viene tu mamá, niña, cruza el campo
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| Corriendo y temblando como un automóvil
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| Papá tiene una escopeta en la mano
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| simplemente no entienden
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| Ahora, la primera vez que vi a esa dulce niña
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| Ella estaba corriendo a casa desde la escuela dominical
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| Y la próxima vez que vi esa cosita dulce
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| Cuando rompió la regla de su mamá
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| Pero la última vez que vi a esa dulce niña
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| Se llenó de un extraño deseo
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| Rodando y cayendo sobre el suelo frío y húmedo
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| Su piel ardiendo como un fuego de caña
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| Ella llamó mi nombre de mil maneras
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| Las lágrimas corren por su rostro
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| Justo cuando estaba a punto de volar mi pila
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| Su papá vino arrastrándose y arrastrándose detrás
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| Y me disparó por la espalda
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| Hola mamá
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| Oye, mamá, ¿no tratas mal a tu hija?
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| Oye, mamá, ¿no tratas mal a tu hija?
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| Oye mamá, ¿no tratas mal a tu hija?
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| Oye mamá, ¿no tratas mal a tu hija?
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| Cuando la tratas tan mal, solo tiene dulces dieciséis |