| hay una niña, una niña alta, con ojos como panal
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| y jazmín. |
| a veces echa humo de cigarrillo
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| en tu cara en la sala de descanso, y llamas a eso amor.
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| no porque sea, sino porque quieres que sea,
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| porque estás tan malditamente solo, tan malditamente
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| incapaz de manejar el rugido del océano en tus oídos
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| Cuando estas solo. |
| te dices que la ceniza
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| en tus pulmones hay un beso de buenas noches, y escribes poemas
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| sobre los zarcillos de humo susurrando de sus labios,
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| que hermosos son, como los brazos doloridos de dios
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| quieres que sean. |
| una noche, estás cansado,
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| tan cansado, tus ojos tan pesados como el agua. |
| te olvidas
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| donde estás, en la sala de descanso de un walmart a las 2:30
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| por la mañana. |
| dejas tu cuaderno desatendido
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| sobre la mesa, dejado a la vista de cualquiera en el mundo,
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| y uno de tus compañeros de trabajo lo recoge. |
| el lee los poemas
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| escribiste sobre la niña con panal y jazmín
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| en sus ojos. |
| entras en pánico cuando te das cuenta de lo que acaba de pasar,
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| porque el chico que acaba de recoger tu cuaderno,
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| es un chico cruel, con ojos como escopetas y alambre de púas.
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| te compra hojas de afeitar en tu cumpleaños
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| para que pueda hacer bien el trabajo la próxima vez,
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| maldito monstruo, y no puedes creer eso
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| no eres uno, no puedo creer que merezcas serlo
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| cualquier cosa. |
| algunos días ni siquiera tratas de ocultar
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| las marcas de ira en tu brazo, como si tu piel fuera una prueba
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| donde te equivocaste en todas las preguntas. |
| una noche,
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| hay una navaja con una cuchilla nueva, una pila
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| de cajas de cartón rogando por tocar su diente. |
| te metes
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| pero algo anda mal, la fibra está demasiado retorcida y tú
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| parece que no puede cortar limpio. |
| empujas, tan fuerte como puedes,
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| Siente cómo se deshace la rígida maraña de pegamento y hay sangre.
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| en el suelo, la hoja media pulgada en tu muñeca,
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| pero no lo sientes. |
| el jefe de turno está en tu oído,
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| enojado porque tiene que llevarte al hospital.
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| hay un conserje que siempre lo tendrá en su contra
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| por manchar su piso limpio, limpio, y ahí están todos
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| con quien trabajas y sus ojos hostiles deslumbrantes, sabiendo
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| esto venía todo el tiempo. |
| hay esa cacofonía, todo
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| esos fantasmas que te recuerdan tu destino para el fracaso.
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| y hay otra hoja, y hay un frasco de pastillas,
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| una quinta parte de vodka, una visita al hospital, dos semanas de hospitalización
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| mientras toda tu familia reza para que te mejores.
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| hay un médico con los ojos en blanco que nunca te mira.
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| siempre está escribiendo cosas en su portapapeles. |
| todo
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| tú dices, él documenta. |
| incluso cuando no estás hablando con él.
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| no fumas, pero sigues saliendo a fumar
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| con todos los demás en la sala porque no hay nada más que hacer
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| pero mira las paredes y espera a la próxima sesión grupal
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| para empezar, así que pasas el rato en el patio, no fumas cigarrillos
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| pero todavía hacerse amigo de los que lo hacen. |
| y hay un hombre, tal vez
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| diez años mayor que tú, con ojos como pino tosco y puesta de sol.
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| Se da cuenta de que no fumas, así que trata de mantenerse a favor del viento.
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| para que no exhale en tu cara. |
| él te dice que está bien amigo,
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| lo superaremos y seremos mejores cuando dejemos este lugar
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| de lo que éramos cuando llegamos aquí. |
| te esta diciendo la verdad,
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| y le crees. |
| un dia el medico que no te mira
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| viene a tu habitación y te dice que tu seguro no está pagando
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| por más días, para que estés mejor ahora y te vayas.
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| tu mamá te recoge en el vestíbulo. |
| sus ojos son los mas preocupados
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| amabilidad que jamás hayas visto. |
| y te vas a casa. |
| y peleas
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| los fantasmas, que es más fácil ahora que antes, porque ahora
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| usted tiene un mejor conjunto de herramientas hoy. |
| y tu vida sigue
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| como estaba destinado a, como siempre se suponía que debías sobrevivir
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| la pelea. |
| deja de escribir poemas sobre zarcillos de humo que se arrastran
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| de los labios que alguna vez quisiste besar, o de cómo tu soledad
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| es tan insoportable, porque ahora escribes poemas sobre cómo permanecer
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| vivo. |
| escribes poemas sobre los lugares en los que te sientes como en casa
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| en lugar de los lugares en los que te gustaría estar. |
| un día, atrapas
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| un vistazo de alguien en el espejo, y ahí estás, ojos
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| como la terquedad y la lucha, como los edificios de ladrillo en casas abandonadas
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| pueblos industriales que se niegan a caer por completo. |
| miras todas las cicatrices,
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| la historia grabada en tus brazos como un mapa de carreteras
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| de dónde solías estar frente a las infinitas posibilidades
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| de dónde estás y adónde puedes ir ahora.
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| y los zarcillos de humo, una vez negros como la medianoche
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| y arremolinándose sobre tu cabeza, separándose, dejando
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| nada a tu vista excepto el cielo. |
| y es tan perfecto,
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| y tan claro. |