| Eran las 10 de la mañana cuando llego a su casa
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| Oyó que la puerta se abría a la mitad de la boca de su hijo
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| Luego, su familia está en la mesa reunida en un abrazo grupal.
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| El llanto de su esposa mientras los abrazaba con fuerza con un verdadero amor.
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| Negó con la cabeza un par de veces con la boca apretada.
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| Pensando en lo peor que jamás había visto, no está bien
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| Parece que ayer fue hace mucho tiempo, las sirenas cantando
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| Siempre recordará cuando esos teléfonos sonaban
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| Vidrios rotos por todos lados
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| Pólvora en el aire del club nocturno
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| Vidrio hecho añicos como esperanzas y sueños
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| A medida que la bola de discoteca hizo girar un fragmento con brillo
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| Sangre espesa como barro
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| Cobre metalico como sabia el olor
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| Cuerpo tras cuerpo y las congregaciones de casquillos
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| Bebidas frescas de vidrio de pino todas destrozadas en el piso
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| Un montón de láseres golpearon su uniforme cuando entró por la puerta.
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| Pero el sonido, el sonido fue lo peor
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| No fue silencioso como uno podría haber esperado al principio.
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| Nadie hablaba, los parlantes zumbaban, susurros electrónicos
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| Todo lo que escuchó fueron teléfonos sonando, hermanas asustadas
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| Padres, madres, hermanos, amantes, otras personas importantes
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| Cerebros en la pista de baile, todas las baldosas cubiertas
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| Pero los teléfonos celulares brillan y los bolsillos siguen llamando
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| He visto tantas escenas del crimen, pero esta fue espantosa
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| El horrible olor golpeó su garganta, casi lo hizo vomitar.
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| En el momento en que lo vio, deseó no haberlo visto nunca.
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| La televisión todavía estaba encendida
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| Años más tarde, todavía recordaría cómo ese televisor todavía estaba encendido
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| La cacofonía del ringtone, el réquiem, la canción de amor
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| Huellas de botas en el pantano de sangre
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| Estos recuerdos aún perduran
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| Cuando se agachó con dos dedos para comprobar el pulso
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| Y justo cuando sus dedos tocaron su cuello, el teléfono se apagó. |