| Oigo una voz dentro de mí
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| Que no sé si es mora o es gitana
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| Oigo una voz dentro de mí
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| Que no sé si es judía o catalana
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| Oigo una voz que es triste
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| Pero que huele con pólvora hecha de vida
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| Siempre voy Rambla abajo
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| Y tumo por la calle Hospital
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| Puedo remar por el Raval
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| O bien llegarme a la Real
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| Y a cada esquina
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| Siento en la oscuridad que una voz se amarga
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| Oigo una voz que llora
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| Que llora por las calles de Barcelona
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| Tiro hacia izquierda y derecha
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| Siempre por la banda estrecha
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| No me puedo fiar de la vista
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| Si hago el camino del turista
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| Y siento la voz más dulce, que me dice:
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| «ven, pierdete por las calles de Barcelona»
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| Y siento la voz más fuerte, que me dice:
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| «deja el miedo, ¡pierde la vergüenza!»
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| Iluminado con loca pérdida
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| Siempre vuelvo hacia mar
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| Dondequiera toda ciudad comienza
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| Y donde la madriguera no han agujereado
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| Y espero que llegue la oscura
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| Para ver si la voz es bailadora
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| Y es que Barcelona se esconde
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| Pero de noche le he visto bailar
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| Como una gitana
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| «¡Ven hacia aquí, ven hacia aquí!»
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| Esquina a esquina
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| «¡Ven hacia aquí, ven hacia aquí!»
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| Para los de fuera se pone guapa
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| «¡Ven hacia aquí, ven hacia aquí!»
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| Esquina a esquina
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| «¡Ven hacia aquí, ven hacia aquí!»
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| Yo la busco y ella se esconde
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| Tiene mucha cara
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| Tiene poca vergüenza
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| Como camela al remover, Barcelona |