Llevamos margaritas pasadas de moda, robando rebaños
|
Y un buey, una vez el nombre de un sacrificio, es el título de un amigo
|
Vietnamita en ambas piernas y como cabeza de confort.
|
En la solapa de una insignia como placa de identificación: un signo de pertenencia a la multitud
|
Nuestra generación también tiene sus protagonismos
|
El programa va renunciando y abofeteando argumentos
|
Los aplausos son silenciosos y los silbidos para alabar
|
Y en lugar de convencer, simplemente bebiendo cerveza, por pena.
|
Debajo de la página del trasero del puercoespín, llamamos al becerro de oro
|
Nos sentamos en los rincones junto a los cuadros, esperando al Salvador.
|
Nos morimos de hambre, nosotros - los nietos de Gottwald
|
Y juramos a la gente del pueblo, creando la Revolución
|
Nuestra generación también tiene sus penitentes
|
Y bastardos honorarios y funcionarios modestos
|
Y criaturas sin conciencia y reptiles sin columna
|
Y una vida de inconsciencia y amor - desconfianza
|
Ya no somos, ya no somos lo que una vez conocimos, ya sabemos doblar la espalda
|
Podemos comprometer y traicionar a un amigo
|
Y, agradecidos a la realidad de hoy, nos besamos manos extrañas
|
Y un día nos iremos de esa triste revolución
|
Ya tenemos testigos en nuestra generación
|
Y su propia emigración y sus propios mártires
|
Recital: Y con la boca aplastada, hoy nos quedamos en silencio
|
No, no estamos de rodillas, ¡estamos cavando nuestro terreno! |