| Treinta años han pasado desde la infancia,
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| Cada vez es más difícil desnudarse con el alma,
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| quiero caminar mas y mas
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| No en la mesa, sino en el viejo parque tranquilo,
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| en que en septiembre ya no hace calor,
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| Donde las hojas no prometen juventud.
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| Ya las viejas parecen parientes,
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| Y las niñas son como muñecas de relojería,
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| Y la sonrisa de Mozart es cada vez más audible.
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| Los vecinos ya se van pasada la medianoche,
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| No se ha bebido el vino, ni se ha comido la torta,
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| Y voy a sacar la basura en el silenciador.
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| De alguna manera una nube entró en nuestra casa
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| Y vidrio de vidrio.
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| Sobreviviremos a nuestras lluvias
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| Tú y yo, ambos.
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| Han pasado veinte años desde la escuela secundaria
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| Y el mundo de mis amigos ya no es joven
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| No nos ahorramos problemas.
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| Pero la noche es oscura, y el día, como antes, es claro,
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| Nuestros hijos crecen y crecen,
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| Que nuestro otoño se convierta en su primavera.
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| Han pasado diez años desde la boda.
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| Ya no nos apresuramos a visitar de noche buscando
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| Y venimos a visitar a las abuelas
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| En el día del nacimiento una vez y una vez en el día de la muerte,
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| Y la tercera vez, cuando el corazón aprieta
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| Deseo de ser nietos.
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| Ya ha pasado media vida desde las bodas,
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| Amigos, no se dispersen, por Dios,
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| Ya en nuestras familias no hay tiempo para cambios.
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| Y aunque a veces es muy apretado,
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| Pero aún así nos acostumbramos el uno al otro,
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| Dejemos a Melpomene la amargura de las escenas,
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| No seamos tímidos con las paredes viejas.
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| De alguna manera una nube entró en nuestra casa
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| Y vidrio de vidrio.
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| Sobreviviremos a nuestras lluvias
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| Tú y yo, ambos. |