El otoño descendió sobre los bancos donde la gente ociosa esperaba el tranvía.
|
La policía me llevó a juicio con la chaqueta acolchada de mi amo.
|
En la parada del autobús escondiendo los ojos, la gente susurraba entre ellos:
|
"Bueno, y un atuendo, una canción ambulante y una bailarina a tus espaldas".
|
Despertó el vagabundo, que dormía en la oficina de correos: “Pues, camarada policía,
|
Siervo del Todopoderoso, conduces como un fanático al tranvía".
|
“No hay gasolina”, dijo la señora, “pero hay ladrones, míralo,
|
Izh, mientras mira con los ojos, mira lo que detendrá.
|
Y hasta que la sangre en las articulaciones exprimió al zorro ártico descolorido por párpados.
|
“No bastaba con cargarlos, ponerlos contra la pared y ya”.
|
El vagabundo se secó con una lágrima gitana: "La gallina también quiere vivir".
|
Disparar por la mañana no es cristiano, primero necesitas tener resaca.
|
Los espectadores no iban a abrirse paso, había una división en la multitud, un escándalo estaba maduro.
|
Y la novena ola descendió del cielo sobre rostros anaranjados.
|
En un día de otoño, las lluvias están inclinadas, definitivamente no encontrarás la verdad.
|
Pero para la desafortunada Rusia, un vagabundo se paró en la urna con una botella.
|
Se santiguó en perspicacia, y dijo: Hermanos, Dios está con nosotros.
|
El sargento se adelantó corriendo y sacó la urna de debajo de sus pies.
|
Y gritaba: “Calma gente, sí, y en general aquí no se está muy bien.
|
Sin ti, el criminal será condenado, hay un tribunal popular para esto.
|
Y me quedé mirando el otoño, el dorado paraíso marchito.
|
Pero, finalmente, llegó el número ocho, al parecer, un tranvía.
|
Y la compasiva anciana me entregó un pastel.
|
“Así es como mi hijo Vanyushka termina el término en las minas”.
|
Ahora apenas te veré, oh, no puedo esperar, no tengo suficiente fuerza"
|
Y el Rostro de Dios, en un velo suave, me bendijo para el juicio. |