| En una ciudad extraña
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| Solo
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| La muerte se ha alzado un trono
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| En una ciudad extraña
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| Solo
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| Sus santuarios y palacios no son como los nuestros.
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| No tiemblan y se pudren
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| Comido con el tiempo
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| La muerte se ha alzado un trono
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| Levantado por vientos olvidados
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| Resignadamente bajo el cielo
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| Las aguas melancólicas yacen
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| Una corona de estrellas
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| En una ciudad extraña
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| Solo
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| Un Dios del cielo no condena
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| Pero la sombra eterna
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| Se burla de todo
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| No descienden rayos sagrados
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| Luces del espeluznante mar profundo
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| Sube las torretas en silencio
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| Arriba tronos, arriba cenadores
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| De hiedra esculpidas y flores de piedra
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| Arriba cúpulas, arriba agujas
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| Los salones reales son todos santuarios melancólicos
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| Las columnas, friso y entablamento
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| Asfixiantemente entrelazados
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| El mástil la viola y la vid
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| Retorcido
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| Allí en medio de no terrenales gemidos
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| El infierno se levanta de mil tronos
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| Hace reverencia a la muerte
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| Y la muerte da su tiempo indiviso
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| Hay templos abiertos
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| Y tumbas al nivel de las olas
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| La muerte asoma y mira
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| Enorme
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| Gigantesco
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| Hay una onda
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| Ahora una ola
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| Torres arrojadas a un lado
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| Hundiéndose en la marea aburrida
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| Las olas brillando más rojas
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| Las mismas horas perdiendo el aliento
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| Todas las estrellas astutas
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| Mirando irregularmente noche tras noche de
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| Inigualable… dormir
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| Emparejado solo con la totalidad del sueño …
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| El revelador latido del corazón
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| El aliento
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| El deseo, la pose
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| Uno posa sobre el precipicio
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| Caer Correr Bucear Caer Caer
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| Abajo en la espiral hacia abajo y luego
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| Uno ve la propia muerte
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| Uno ve a uno cometiendo asesinatos o actos violentos atroces.
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| Y luego a través de la sombra
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| No del hombre o de Dios
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| Pero la sombra que descansa sobre la puerta de bronce
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| Éramos siete allí
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| ¿Quién vio la sombra que salía de entre las cortinas?
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| Pero no nos atrevimos a contemplarlo
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| Miramos hacia abajo en las profundidades del espejo de ébano
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| Y la aparición habló
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| «Soy una sombra
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| Y habito en las catacumbas
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| que frontera
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| El país de la ilusión
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| Duro por las oscuras llanuras de los deseos»
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| Y entonces empezamos a temblar
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| A partir de nuestros asientos
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| Temblor
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| Por los tonos en la voz de la sombra
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| ¿No eran los tonos de cualquier hombre
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| sino de una multitud de seres
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| Y variando en sus cadencias
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| De sílaba a sílaba
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| cayó sombríamente sobre nuestros oídos en el pozo
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| Acentos recordados y familiares
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| De mil amigos difuntos |