| El año avanza sin ti en él
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| Ahora es otoño sin ti
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| Tuve que cerrar ventanas y puertas sin que pasaras
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| Los mantuve abiertos todo el tiempo que pude
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| Pero el bebé se enfrió
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| Vi el calendario arrasar
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| Todo el verano pasado fue una ola de calor persistente
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| Y recuerdo a fines de agosto, nuestra ventana abierta de la habitación, revisando tus cosas
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| con el ventilador soplando
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| Y el sonido de helicópteros, y el olor a humo
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| Del incendio forestal que estaba creciendo, ondeando justo en el borde de la ciudad donde
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| solíamos nadar
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| Dicen que una devastación natural y purificadora, que arde en el sotobosque,
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| Borrando rastros, no hay final
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| Pero cuando estoy arrodillado en el calor tirando tu ropa interior
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| La devastación no es natural ni buena, tú perteneces aquí
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| Rechazo la naturaleza, no estoy de acuerdo
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| En la brumosa luz del humo de los incendios forestales, miré hacia las refinerías y
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| pensó que el mundo en realidad estaba terminando constantemente
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| Y el olor y el rugido del camión de asfalto que estaba al ralentí junto a la ventana,
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| destrozando nuestra calle
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| Te extrañé, por supuesto
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| Y recuerdo haber pensado que la última vez que llovió aquí todavía estabas vivo
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| Y que este mismo calor largo en el que estuve te contuvo
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| Y en este mismo calor, abrí la ventana a tu lado en tu última mañana
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| Para que pudieras respirar, y luego para que pudieras desaparecer como un fantasma
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| Y ahora, con suerte, la habitación dejará de susurrar
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| La rutina del tiempo con la que no me mantengo al día
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| La hoja en el suelo empuja mi pena dormida
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| Caminando, cortado, pesado
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| Pero lentamente, la soberanía se reafirma
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| Sin embargo, no lo quiero, y la traición se queja
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| ¿Quién y cómo podría yo… vivir? |