| Emily-Anne recoge en su casa:
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| Un libro andrajoso, un peine sin dientes,
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| () Una carta amarillenta cantando alabanzas a sus encantos.
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| Ella guarda sus recuerdos,
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| Con la botella que trae facilidad,
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| En el maltrecho bolso que aprieta En sus brazos.
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| Grajos estridentes perturban la mañana del norte,
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| De los árboles fuera de la ciudad.
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| Un tren de mercancías sacude el polvo del puente ferroviario
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| En su edredón «Daily Mirror».
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| y las molineras se estremecen en su sueño,
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| Sueños de príncipes muriendo con el amanecer.
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| Zuecos que traquetean en el camino empedrado
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| Avisarle que nace otro día.
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| Los gorriones cockney se pelean constantemente,
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| Scrabble por las migas alrededor de sus pies:
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| Ella parte el pan estéril de la pobreza,
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| Lo comparte con las penas de la calle.
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| Y las palomas en los pedestales
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| Profanad las piedras de las estatuas dormidas,
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| Son inmunes a la autoridad,
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| Ella ve que ha llegado el momento de irse.
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| Los pinzones se inquietan en el seto de espino,
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| Las abejas abandonan el camino rural de Kent,
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| Ella lee los letreros y busca un granero,
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| Para resguardarse de la llegada de la lluvia.
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| Y mientras se acurruca entre la paja,
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| Ella siente su mano suave acariciando su cintura,
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| Cuando cesa el tamborileo de las gotas de lluvia,
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| La ficción de su rostro comienza a desvanecerse.
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| Las gaviotas dan vueltas sobre las olas perezosas,
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| Las algas perfuman la arena de Sussex iluminada por el sol,
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| Ella sostiene un caparazón entre las yemas de sus dedos:
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| Arrugada como la piel de su mano.
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| Riendo, gritando niños con pies saltando,
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| Con sus palas y baldes pasan corriendo.
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| Mientras el océano de su soledad
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| Se extiende hasta los márgenes del cielo. |