| Ven a mi lado y te cantaré una canción.
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| La cantaré tan suavemente que no le hará mal a nadie.
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| El domingo de Birmingham la sangre corrió como el vino,
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| Y los coros siguieron cantando de la Libertad.
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| Aquella fría mañana de otoño ningún ojo vio el sol,
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| Y Addie Mae Collins, su número era uno.
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| En una antigua iglesia bautista no había necesidad de correr.
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| Y los coros seguían cantando de Libertad,
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| Las nubes eran grises y soplaban los vientos otoñales,
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| Y Denise McNair elevó el número a dos.
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| El halcón de la muerte era una criatura que conocían,
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| Y los coros seguían cantando de Libertad,
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| La iglesia estaba llena, pero nadie podía ver
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| Que el número oscuro de Cynthia Wesley era el tres.
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| Sus oraciones y sus sentimientos nos avergonzarían a ti ya mí.
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| Y los coros siguieron cantando de la Libertad.
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| La joven Carol Robertson entró por la puerta
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| Y el número que le habían dado sus asesinos era cuatro.
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| Pidió una bendición pero no pidió más,
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| Y los coros siguieron cantando de la Libertad.
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| El domingo de Birmingham, un ruido sacudió el suelo.
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| Y la gente de toda la tierra dio la vuelta.
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| Porque nadie recordaba un sonido más cobarde.
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| Y los coros siguieron cantando de la Libertad.
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| Los hombres en el bosque me preguntaron una vez,
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| Cuántas bayas negras crecieron en el Mar Azul.
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| Y les pregunté de vuelta con una lágrima en el ojo.
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| ¿Cuántos barcos oscuros en el bosque?
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| Llegó el domingo y se fue el domingo.
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| Y no puedo hacer mucho más que cantarte una canción.
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| La cantaré tan suavemente que no le hará mal a nadie.
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| Y los coros siguen cantando a la Libertad. |