| Al primer amor se detuvo
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| se bajó del carro
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| Y entonces el mundo le pareció
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| Una tienda de comestibles, una tienda de comestibles:
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| La última vez que lo vieron
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| Estuvo con el circo de "piensalo"
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| Donde leones, payasos, acróbatas
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| Se quedaron quietos como él.
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| No hace falta decir que Laura no cree
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| ya no cree
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| Pasa la sal, charla, siéntate
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| y mira hacia abajo
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| El rey Ricardo fue el primero que
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| saludó a la compañía
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| Se quitó el casco y dijo "¡átalo!"
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| Pero con cortesía, pero con cortesía;
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| Fue un poco como una guerra de repollo.
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| Lo que faltaba era un sentido, un abrelatas, una idea
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| Sin embargo, todos ordenaron
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| lo que se desconoce
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| No hace falta decir que Laura no cree
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| ya no cree
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| Pasa la sal, charla, siéntate
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| y mira hacia abajo
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| Y Marco Polo los engañó:
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| Dux, esposa, turcos, ideas
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| Salió de Chioggia y llegó
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| No más abajo que Bari
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| No más abajo que Bari
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| Luego dijo "he visto orientaciones mágicas"
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| Pero al menos había tenido algo de imaginación;
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| Los venecianos vitoreando
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| Solo envidia e hipocresía.
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| No hace falta decir que Laura no cree
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| ya no cree
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| Pasa la sal, charla, siéntate
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| y mira hacia abajo
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| Entonces ese niño se dio la vuelta
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| Y contó la nostalgia
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| Se bajó del escenario y dijo "¡no!"
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| "Son míos, solo míos"
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| Y mientras todos esperaban
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| La vuelta, el doble salto, la poesía
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| Gritó a los que estaban en la cabecera de la mesa:
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| "¡Ten cuidado y huye!"
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| Porque ahora Laura se lo cree
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| Él cree en eso, sí.
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| Porque ahora Laura se lo cree
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| Él cree en eso, sí.
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| Cierra los ojos y sonríe por dentro.
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| Ahora sí |