| ¡Se hace! |
| y tan pronto
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| recuerdo la armadura
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| sobre la que se extiende tu manto bermellón
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| Caído al suelo en el calor rebosante
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| De mil paleontólogos al margen
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| Se abren camino a través de los altos muros
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| Hombres y mujeres aterrorizados por el destino
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| Pagan el precio que Liberty los aceptó
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| Sombras en el vacío de la nomenclatura
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| Se arrastran por el fondo entre serpientes borrachas
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| Ojos de nácar y corazones rotos
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| Están lesionados por la usura
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| De un cielo de pájaros que se balancean
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| Por esto y por cambiar de camino
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| Las estrellas de los amantes caen
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| Para recordar que donde todo parece verdad
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| Es solo un sueño del que se apresuran a alejarse
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| Las caravanas cargadas de olvido
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| El espíritu trayendo a tantos
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| Lugares donde el deseo es indomable
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| Y la campana suena una hora antes
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| ¿Quién puede entre estos oasis de arrepentimiento
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| Dice su verso y jura devoción
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| El oyente se detiene o se vuelve
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| Pero no hay nada nuevo que se oponga.
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| Entre yo y estos gemidos de chamanes
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| Se quedan allí como asustados o absortos.
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| Las máscaras con corazones reacios
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| Y los carros de los aqueos listos para morir
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| Las estaciones y los trenes son los meses y los años
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| Paran y se van cada hora.
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| Dejando atrás solo el recuerdo
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| De una carrera imposible que valida
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| La tesis de la que transformo aquí en canción
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| El signo que queda y no consuela
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| La manzana de la que Eva dio un mordisco
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| Y cuanto más me pierdo, más me reconozco |