| Como me encontré con una víspera de carnaval
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| Entre la zarza y la mora
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| Entonces escuché una melodía
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| A-soplando sobre el Mar del Norte:
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| El canto de los viejos de las conchas
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| Los viejos de las conchas, mis muchachos
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| Los viejos de las conchas
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| Dejé bien a los que me quieren
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| Para encontrar mi hogar en las olas del océano
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| Y sigue a los viejos de las conchas
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| Hice mi cama tan poco profunda
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| Entre la caléndula y el malvavisco
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| Fue entonces cuando escuché a los viejos decir
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| «¿Por qué negar al mar su presa?
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| Ven a seguir a los viejos de las conchas»
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| Tan profundo, más profundo hice mi hogar
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| Entre la samphire, entre la espuma del mar
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| El zarapito llama a mi campana de toque de queda
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| me lleva a mi lecho de perlas
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| Acostarme con los viejos de las conchas
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| Y aunque las palabras que cantaban eran pocas
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| Tenían el anillo de algo verdadero
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| Escuché mucho y comencé a cantar.
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| La forma en que el pájaro no emplumado toma el vuelo
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| canté con los viejos de las conchas
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| Eché un vistazo para encontrar mi melodía
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| Pensando en cantar la canción solo
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| Pero las palabras sabias en una lengua necia
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| Por dulces que sean cantados
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| Ellos tintinean como las campanas de latón del infierno
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| Nunca complacerán a los viejos de las conchas
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| Los viejos de las conchas, mis muchachos
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| Los viejos de las conchas
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| Dejé bien a los que me quieren
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| Para encontrar mi hogar en el oleaje del océano
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| Y sigue a los viejos de las conchas |