| Después del fuego, después de la lluvia
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| Después de que lo sagrado besara a lo profano,
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| Cuando llegaste y te fuiste otra vez
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| Un dolor tan cautivador
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| Después de esa noche dejé mi comodidad
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| Para encontrar dónde yace tu cuerpo
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| Vagaría sobre esta tumba y luego caería...
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| me caería dentro
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| Busqué en el claro esa chispa
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| manos tamizadas a través de la ceniza,
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| Sabiendo que lo que sentíamos era real
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| Pero algunos delirios nunca pasan.
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| Así que me refugié en el bosque
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| con los árboles desnudos y temblorosos:
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| Gemelos fraternos deciduos
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| Ambos estamos marchitos, tallo y hoja
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| Luego, la niebla convirtió el aguanieve en nieve;
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| Mis sentidos se entumecieron, no tengo nada que mostrar
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| Pero un libro manchado por la lluvia que una vez contuvo
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| Mis charadas literarias:
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| Nuevas manchas de tinta, formas y sombras arquetípicas
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| Sangre a través de todas y cada una de las páginas.
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| Y me pregunto:
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| ¿Cuál es el peso de mi vida en la balanza de la eternidad?
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| Heredamos la tierra, heredamos la guerra
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| Habito la herida, habito el mal
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| Oh, cuán lejos caemos: somos víctimas del tiempo
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| Oh, cuán lejos caemos: Empezar a perdonar la existencia
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| Retirarse de alcanzar los árboles
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| Cuando una sombra gélida sube dentro de mí,
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| Ese espectro de la recompensa—
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| Es un sonido que he escuchado desde entonces
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| En medio de la interminable lucha mortal
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| Y la luz que muere constantemente
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| La verdad que sentimos desde el principio:
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| «¿Cómo puedo mantenerme unido cuando todo se desmorona?»
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| Heredamos la tierra, heredamos la guerra
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| Habito la herida, habito el mal
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| Oh, cuán lejos caemos: somos víctimas del tiempo
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| Oh, cuán lejos caemos: perdona la existencia
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| Vagué sobre el altar de la intervención humana
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| Una exhibición de erudición
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| Encuéntrame aquí, Hijo del Hombre.
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| Que tan lejos caemos... |