| Límites del reino divino
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| Desde los horizontes de Dios
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| El ángel contempla nuestro mundo en llamas
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| Y las multitudes que se regocijan
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| Tanto en el placer como en el dolor
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| Su corazón está lleno de lágrimas.
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| Pesado como las alas del cuervo oscuro
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| A su padre le prohibió el señor
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| Al gusto de la manzana
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| Que cayó al suelo
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| Porque todos los placeres del cielo son superficiales
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| Aunque eterno
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| Cambiaría esto por un día
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| entre los mortales
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| Por solo un día
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| Sacrificaría todo lo que me fue dado
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| Mis alas más blancas, mi fe
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| Y mi virginidad, así que toma mi alma
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| Ennegrece mis alas y deja que las puertas
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| De la luz sea para siempre cerrado
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| Mortales, abre tus brazos
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| Y saludame con lo que nunca fue
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| Dado a mi
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| Iníciame en todo lo que fue
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| escondido de mi
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| Mi hambre es insaciable, mi deseo de fuego
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| Es más profundo que los cielos
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| Y como los ángeles caídos arruinaremos
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| Todo lo que está tratando de detenernos
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| Las doncellas vírgenes deben ser comprometidas
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| En las obligaciones para con los condenados
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| Y el ángel oró
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| Para ascender en nuestro mundo
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| Como ella fue entregada a las llamas
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| Porque no somos hijos de Dios
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| Y no apuntamos al reino alto
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| Todo lo que es divino es estar muerto
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| Y todo lo que alguna vez estuvo en declive
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| Porque superficiales son los placeres de Dios
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| Y no apunto al reino alto
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| «Así que dame dolor
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| Enséñame a conocerme de nuevo
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| Porque la abnegación es la norma
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| en el que todos mis pensamientos
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| Y se formó la identidad
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| Así que muéstrame el dolor
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| cumplir todos mis sueños
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| Que han sido velados en vano
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| Porque mi sangre y mis venas son de pecado
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| Y mi alma ha sido vendida así que muéstrame el dolor» |