| Cómo arrancar los dientes de las barras de las paredes.
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| Cuando el óxido está rayado con ladrillo y mortero
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| Cómo con escombros podridos enterrar el viejo mundo
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| Cuando no hay nada nuevo por lo que apostar
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| Sobre qué cantar hoy en el patio
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| Liquen de paredes derrumbadas
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| Donde incluso un pedacito de cielo bosteza
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| A la vista de estas heridas fatales
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| Árbitro.
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| En los adoquines cóncavos sólo brilla
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| Charco eterno sin fondo
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| Y puedes ver tumbas, tumbas, tumbas en él
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| Bajo el velo de nuestros días
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| La historia se ha convertido en un muro de limo
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| en el que se te clavan los ojos y las manos
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| Un anciano de negro, un coro lloroso frente a la capilla.
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| El yeso empapado como una esponja inevitablemente absorberá
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| La luz eterna aún brilla
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| Se calienta en ella, en un frasco una flor
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| Y detrás de la puerta cerrada, el espacio
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| Callejón sin salida en el gran mundo
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| Árbitro.
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| En los adoquines cóncavos sólo brilla
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| Charco eterno sin fondo
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| Y puedes ver tumbas, tumbas, tumbas en él
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| Bajo el velo de nuestros días
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| La inscripción en la pared dura más aquí,
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| Que el hombre que lo rascó de la noche
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| Medio siglo de días similares a todos los días
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| Sobre las huellas de las balas de la guerra y las de ayer
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| Lo que queda del gran río
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| Pensamientos, olores, voces, colores
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| Hay rayas en las paredes del patio "R"
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| Hay capas de larvas muertas en las grietas.
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| El camino desde aquí es solo cuesta abajo.
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| En el abrazo de arcilla, en molde y felpa
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| Entre tumbas, tumbas, tumbas,
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| que se han ido |