| Los leopardos merodean por los estudios del gran castillo del duque de Berry
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| Donde la bestia de Cocteau ensaya la violación de la Bella
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| Lewis Carroll marca su diario con una pequeña piedra blanca
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| Mientras Kuniyoshi Kaneko se prepara para pintar
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| Escucha las conchas mi amor, lo que escuchas no es el mar
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| Pero susurrando, corazones humanos maliciosos
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| Adultos que no deseen conocer el gran castillo del duque de Berry
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| Y odiar el mundo de la infancia y del arte
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| Nosotros que pintamos o fotografiamos para evitar que mueras a su paso
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| Y fijarte en la permanencia de la primavera
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| No puedo evitar que los charlatanes parloteen
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| Las serpientes de cascabel que, al sonar, ven fealdad en todo ser vivo
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| Ver la fealdad en cada ser vivo
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| La calculada insolencia de las niñitas con traje de marinero
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| Cuyos rostros parecen decir más de lo que saben
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| Apetitos y adornos para el libertino que todos llevamos dentro
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| Del gabinete de Kuniyoshi Kaneko
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| Siga hasta el estudio donde Alice Liddell interpreta los papeles.
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| De chicas gitanas desnudas con la cabeza despeinada
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| El reverendo Charles L. Dodgson desde la oscuridad de su cámara
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| La conserva para sí mismo y para el mundo.
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| Niños desgarrados por deseos crueles, obra de asesinos
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| que cortan sus cuerpecitos hasta los huesos
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| De alguna manera vive para contarlo, asombrosamente en forma y bien
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| Se juntan en el fabuloso castillo
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| Nosotros que pintamos o fotografiamos para evitar que mueras a su paso
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| Y fijarte en la permanencia de la primavera
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| No puedo evitar que los charlatanes parloteen
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| Las serpientes de cascabel que, al sonar, ven fealdad en todo ser vivo
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| En cada ser vivo encantador
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| Un espejo no es un mundo
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| Una niña pintada no es una niña
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| En los juegos no puede haber cosas prohibidas
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| En la vida sigue siendo considerado, en el arte el abogado del diablo
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| ¿Por qué negar que Pegaso tiene alas?
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| En la vida permanece considerado, en el arte el Diablo encarnado
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| ¿Por qué negar la sirena cuando canta?
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| En los juegos no debe haber cosas prohibidas
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| Así que mira la pared, querida, mientras los caballeros pasan
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| Y marca tu diario con una pequeña piedra blanca
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| Corazones de mazapán y lacados del antiguo Japón
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| En el gabinete de Kuniyoshi Kaneko |