| En algún momento tuvo que pasar que se quedaron ahí
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| Pero él estaba preparado, el camino cristalino
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| como se planeó
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| Sus siluetas debajo de la puerta de hierro
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| Con pasos lentos se acercan a la casa
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| Mientras cierra los ojos, descansa
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| Luego su mano perfora la placa de yeso, aquí está el Heckler
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| Que escondió allí mientras renovaba
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| Esperando desde ese día, detrás de la fachada
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| De su vida civil, la bestia acecha
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| Carga, va al tocador, se agacha y dispara
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| Los cartuchos de su primera revista
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| Tamiza la puerta principal, conoce a dos de los hombres.
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| El tercero lleva un chaleco de Kevlar.
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| Lo hace más vulnerable al daño.
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| Es un profesional, lo llaman el carnicero de carne humana.
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| Un asesino de billetes;
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| Rasca los cartuchos, esa es su marca
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| Siempre dispara dos en la cabeza y dos en las piernas
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| Pero ahora está solo.
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| Fino humo sale de las heridas de sus compañeros que acaban de morir
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| Y como ese humo, sus almas salen del cuerpo con un soplo
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| El asesino pasa por la puerta, ese es su trabajo
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| Es solo una herramienta comprada con un propósito.
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| ¡Un puñetazo lo golpea desde el costado!
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| Se cae, miente, mira hacia arriba, se acerca la corrida.
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| El Heckler frente a su cara, en ese momento sabe:
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| Fracciones de segundo lo separan de su último plato
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| El dedo se dobla
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| ¡La última imagen en la retina es una luz deslumbrante!
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| Una pequeña canción sobre matar
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| En ella los rostros del mal
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| El gran enigma de «¿Qué viene después de eso?»
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| Nadie puede resolver eso... |