| Una sensación de podredumbre eterna y esos lamentos frenéticos, no, no es una caída
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| en
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| El abismo, el desafío del descenso, una coronación más allá de la libertad y la esclavitud;
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| El grito de dolor y liberación emana una llama, evasiva como el sonido y el éter:
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| Un instante de colusión con la muerte, sin esperanza ni perspectiva, pero es un
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| Mundo abajo y arriba y en toda la eternidad, un regalo de la fiebre, el viento de la muerte
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| Que sostiene la vida en mí, sí, la ligereza de flotar en permanente
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| Angustia; |
| Me atreví a tomar prestadas esas palabras, a articularlas y a saborearlas.
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| Su bajeza, mientras contemplaba el santuario de la risa loca
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| El límite se cruza con un horror cansado: la esperanza parecía un respeto que la fatiga
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| concede a la necesidad del mundo
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| Como si la Muerte se precipitara sobre la muerte interior, un empujón violento robándole el
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| luz de los ojos, un rayo de tinieblas, una negación, el pan de amargura que
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| no enciende ni la devoción ni el fervor; |
| ¡la nada resplandeciente! |
| hacer todas las cosas
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| aparecen con claridad, arruinados en la llama del repudio, en la llama de Dios!
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| Alegría y confusión entretejidas, confusión punzante, asfixia por dentro,
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| sin embargo, obtuve esta certeza: maldición, degradación, sembrada en mí como semillas,
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| ahora pertenecía a la muerte, al albergar un deseo por lo horrible, estaba haciendo señas
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| a muerte. |
| ¡Combustión insaciable, expande, este cuerpo es el recipiente de la gracia!
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| La idea de Dios es pálida al lado de la de la perdición, pero de esto no podría tener
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| insinuando de antemano |