| Bueno, estaba pasando por una casa de empeño
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| En una parte más antigua de la ciudad
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| Algo llamó mi atención
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| Y me detuve y me di la vuelta
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| Entré y allí espié
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| En medio de todo
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| Era una vieja guitarra golpeada
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| Colgado en la pared
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| «¿Qué quieres por esa chatarra?»
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| le pregunte al viejo
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| Él solo sonrió y lo bajó.
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| Y lo puso en mi mano
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| Él dijo: «Tú dime lo que vale
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| Tú eres el que lo quiere»
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| Sintonízalo, toca una canción
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| Y veamos qué lo atormenta
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| Entonces, toqué un par de acordes
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| En mi viejo modo de país de rasgueo
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| Y luego mis dedos se convirtieron en relámpagos
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| Hombre, nunca lo escuché venir
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| Era como si siempre lo supiera
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| Simplemente no sé dónde lo aprendí.
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| No era nada más que la verdad
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| Así que solo retrocedí y lo quemé
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| Bueno, perdí la noción del tiempo
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| No había nada que no pudiera elegir
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| Arriba y abajo del cuello
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| Nunca me perdí una lamida
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| La guitarra casi se toca sola
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| No había nada que pudiera hacer
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| Se estaba poniendo difícil de decir
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| ¿Quién estaba jugando a quién?
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| Cuando finalmente lo deje
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| no podia recuperar el aliento
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| Mis manos temblaban
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| Y yo estaba muerto de miedo
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| El anciano finalmente se levantó.
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| Dijo: «¿Dónde diablos has estado?
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| He estado esperando todos estos años
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| Para que te tropieces»
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| Luego tomó un viejo estuche polvoriento
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| Dijo: «Ve y empácalo
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| No me debes nada»
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| Y luego dijo: «Buena suerte»
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| Había algo espeluznante en su voz.
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| Y algo extraño en su rostro
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| Cuando cerró la tapa
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| Vi que mi nombre estaba en el caso |