| nací con el encanto de la inocencia
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| En mi espalda como una cruz
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| Espinas en mi frente
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| Alrededor de mi cuello lo usé
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| A veces, la uña de un conejo
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| A veces un albatros
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| Comenzó en una escuela que convertía a los niños en caballeros.
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| Luego los encendió al libertinaje
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| Me obligaron a arrodillarme frente a estos caballeros.
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| Si me negaba me torturaban
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| Los domingos acechaba en el Jardín Botánico
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| Y debajo de mi uniforme algo se endurecería
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| Cada vez que me cruzaba con una chica de mi edad
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| ¿O comenzó con chicas au pair de Alemania?
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| ¿Pagado por hora para cuidarnos?
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| ¿Comenzó con esa primera oportunidad
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| ¿Acorralar a un extraño con la desnudez?
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| Tal vez la forma clínica en que me desvistieron
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| Se quedó conmigo y me angustió profundamente
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| Creo que, en el fondo, soy algo así como un mojigato
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| nací con el encanto de la inocencia
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| En mi espalda como una cruz
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| Espinas en mi frente
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| Alrededor de mi cuello lo usé
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| A veces, la uña de un conejo
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| A veces un albatros
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| Luego, a los 18, decidí que quería
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| Ser un fotógrafo comercial
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| Alquilé un estudio junto a los muelles
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| Que compartí con un amigable pornógrafo
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| Fotografié modelos con luz fluorescente
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| Cuyas venas eran tan azules y cuyos pechos eran tan blancos
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| Supuse que, como la luna, las mujeres eran queso azul
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| Cuando salí de casa ya tenía cinco años
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| De auto abuso bajo mi cinturón
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| Encontré ciertas mujeres que me dejarían probar cualquier cosa.
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| Sólo para saber cómo se sentía
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| En alguna habitación de hotel chillona con decoración vil
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| El fondo de pantalla fue testigo de mi primera polinización.
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| Los patrones de Paisley fueron testigos de un aborto.
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| En el ejército me enseñaron a compartir el abuso
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| Que me había guardado hasta entonces para mí
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| No hay nada como matar
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| Por sacar a un chico tímido de veintiún años de su caparazón
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| En el continente oscuro con una fuerza de mantenimiento de la paz
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| Me caí con un montón de putas argelinas
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| Y les prometí que intentaría mantenerme en contacto
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| Nos volvimos a encontrar en el distrito 18
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| los recuerdo bien
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| Su cabello lacio y fibroso y sus grandes narices bulbosas
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| Su olor inconfundible
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| Me acercaría a todos los idiotas más feos y sórdidos
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| Y pídales que mantengan un modelo joven en el trabajo
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| Algunos hombres, gracias a Dios, no discriminan en absoluto.
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| nací con el encanto de la inocencia
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| En mi espalda como una cruz
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| Espinas en mi frente
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| Alrededor de mi cuello lo usé
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| A veces, la uña de un conejo
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| A veces un albatros
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| Pasaré mi vejez junto a un pálido fuego de dos barras
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| Esperando pacientemente a morir
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| Tirando de la puntilla al pasar las colegialas
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| Trazando una página de Bataille
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| Y si ves mi abrigo de segunda mano
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| Dejando tras de sí un leve tufillo a chivo
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| Recuerda que ambos estamos desnudos debajo
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| Pensé que terminaría con la primera llamada telefónica obscena
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| La segunda muerte profesional
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| Pero de alguna manera separado de mi comportamiento real
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| Esta inocencia me agobia todavía
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| Arriba en el ático recojo el cepillo
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| Pintar en las patas de gallo, pintar el rubor
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| La cara de este retrato todavía es capaz de
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| El rostro del que se supone que es este retrato todavía es capaz de
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| Pinta el rubor de la vergüenza |