| El día 14 de abril de 1935
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| Golpeó la peor de las tormentas de polvo que alguna vez llenó el cielo
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| Podías ver venir esa tormenta de polvo, la nube parecía negra como la muerte
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| Y a través de nuestra poderosa nación, dejó una huella terrible
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| De la ciudad de Oklahoma a la línea de Arizona
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| Dakota y Nebraska al perezoso Rio Grande
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| Cayó sobre nuestra ciudad como una cortina de negro enrollada
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| Pensamos que era nuestro juicio, pensamos que era nuestra perdición
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| La radio informó, escuchamos con alarma
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| Las acciones salvajes y ventosas de esta gran tormenta misteriosa;
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| De Albuquerque y Clovis, y todo Nuevo México
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| Dijeron que era el más negro que jamás habían visto
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| Desde la vieja Dodge City, Kansas, el polvo había tocado su campana
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| Y algunos camaradas más durmiendo encima del viejo Boot Hill
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| Desde Denver, Colorado, dijeron que sopló tan fuerte
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| Pensaron que podrían resistir, pero no sabían cuánto tiempo
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| Nuestros parientes estaban acurrucados en sus chozas de auge petrolero
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| Y los niños estaban llorando mientras silbaba a través de las grietas
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| Y la familia se hacinaba en su cuartito
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| Pensaron que el mundo había terminado, y pensaron que era su perdición.
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| La tormenta tuvo lugar al atardecer, duró toda la noche.
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| Cuando nos asomamos a la mañana siguiente, vimos un espectáculo terrible
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| Vimos fuera de nuestra ventana donde los campos de trigo habían crecido
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| Era ahora un ondulante océano de polvo que el viento había soplado
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| Cubrió nuestras cercas, cubrió nuestros graneros
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| Cubrió nuestros tractores en esta tormenta salvaje y polvorienta
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| Cargamos nuestros cacharros y amontonamos a nuestras familias en
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| Recorrimos esa carretera para no volver nunca más |