| Abajo por la antigua iglesia de piedra
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| Donde crecen la hierba joe-pye y las malvas
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| Esos pétalos más grandes que mi puño
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| Míralos menearse y hacer una reverencia cuando sopla el viento
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| crece un ciprés
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| Y en su baúl tallé tu nombre
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| Y justo al lado tallé el mío
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| Te darán la ciudad natal hurra
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| Cuando llegas a casa, nena
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| Broncea tus botas de combate
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| y pon tus huesos en barro
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| Escribe cada palabra que tuviste que decir
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| Nadie quiere creer que moriste en vano
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| La primera primavera que te fuiste
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| Las mujeres que vivían en los tejados planos
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| Tenía tiestos cosidos con semillas de verduras que germinaban rápidamente
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| En todas sus celebraciones sáficas
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| Celebraron fuegos y bailes, cantaron tu nombre
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| Cintas amarillas atadas alrededor de los troncos de los árboles en la ciudad
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| Te darán la ciudad natal hurra
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| Cuando llegas a casa, nena
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| Broncea tus botas de combate
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| y pon tus huesos en barro
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| Escribe cada palabra que tuviste que decir
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| Con matices homéricos y la mitad de la longitud.
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| Pero los cielos tenían una colusión propia
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| Y en el día más soleado que jamás hubo
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| Moriste al colmillo de una bayoneta
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| Y Afrodita encontró tu cuerpo
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| néctar rociado en tus heridas
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| Y tu sangre goteaba anémonas rojas
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| Que brillaba como piedras preciosas
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| Y flotaron por la orilla del río
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| Al afluente que ahora lleva tu nombre
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| Y los rápidos a partir de entonces se volvieron rojos
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| Están en rojo hasta el día de hoy
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| Te darán la ciudad natal hurra
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| Cuando llegas a casa, nena
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| Oh bronce tus botas de combate
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| y pon tus huesos en barro
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| Escribe cada palabra que tuviste que decir
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| Con matices homéricos y la mitad de la longitud.
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| Solíamos pasar junto a la escuela azul
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| Llevamos nuestro amor como si fuera una corona
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| Y nuestra piel era un mapa que nos sabíamos de memoria
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| Nunca nos perdimos una vez
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| Nunca nos perdimos una vez
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| Nadie quiere creer que moriste en vano
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| Las mujeres sáficas que te aman tanto
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| Todavía lloro cada primavera cuando el hinojo se va
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| Y el trigo y la cebada y el centeno resistente
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| Marchitar e ir a la semilla
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| Camino hacia la vieja iglesia de piedra
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| Donde crecen la hierba joe-pye y las malvas
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| Esos pétalos caen ahora pesados por la lluvia
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| Míralos menearse y hacer una reverencia cuando sopla el viento
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| Allí, mi ciprés favorito
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| Tan alto como los campanarios que puedo ver
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| Han atado una cinta amarilla alrededor de su tronco
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| Que cubre tu nombre donde lo tallé dos veces
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| Arranco esa cinta del árbol
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| Quémalo junto al río que ahora comparte tu nombre
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| Coloque la ceniza donde el agua lame vorazmente la orilla del río.
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| Solíamos pasar junto a la escuela azul
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| Llevamos nuestro amor como si fuera una corona
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| Y nuestra piel era un mapa que me sabía de memoria
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| Nunca nos perdimos una vez
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| Nunca nos perdimos una vez
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| Nadie quiere creer que moriste en vano |